viernes, 30 de marzo de 2012

THE VILLAGE: EL CONTROL UTÓPICO


     


THE VILLAGE (EL BOSQUE); 2004; M. Night Shyamalan


En El Bosque nada es lo que parece. Parece que estamos asistiendo a la vida de una comunidad rural del siglo XIX, autárquica, rodeada de un enigmático bosque. Una comunidad en cierto modo sofisticada, ordenada y elegante.

Los mayores del pueblo parecen tener todos una edad similar. Sus hijos son jóvenes, adolescentes, niños.

Y el bosque, un bosque habitado por criaturas mágicas y misteriosas, que protegen y amenazan: nadie puede entrar, nadie puede salir del pueblo.

Y una ciudad, una ciudad que los jóvenes no conocen. Es una referencia sin imagen. Ir a la ciudad significa cruzar el bosque, enfrentarse a las criaturas.

Los mayores han creado la comunidad; han huido del dolor que sintieron en el pasado, cuando residían en la ciudad. Se han aislado y han creado un mundo sin violencia, sin maldad, para sus descendientes. Esta idea de sociedad utópica y apartada nos recuerda, en cierto sentido, a los familisterios y falansterios planteados por Godin y Fourier, respectivamente, a lo largo del siglo XIX.

La presente reflexión surge en el momento en que los mayores de la aldea se reúnen para decidir qué hacer ante los acontecimientos desencadenados por el ataque sufrido por uno de los jóvenes. Alguien debe ir a la ciudad en busca de medicinas, con el consiguiente riesgo de que se descubra todo el entramado de engaños urdidos con el fin de proteger la verdad que ellos han creado en su huida de la violencia, corrupción y dolor que la avaricia que impregna el mundo urbano les provocó.

Deben dilucidar si es más importante la vida del joven herido o mantener su ficción de una comunidad, según ellos, perfecta.

Finalmente, los mayores deciden afrontar sus propias contradicciones y enviar a una joven invidente, novia del herido, a la ciudad en busca de medicinas.


En el presente análisis pretendemos establecer una relación entre la película seleccionada y la cuestión de la transmisión de la verdad entre los individuos de una sociedad, esto es, el legado social que el individuo recibe de su grupo: un conjunto de creencias, opiniones, juicios,…

Hablamos, en este caso, del conocimiento que los mayores transmiten al resto de individuos que conforman la comunidad. Se trata de un conocimiento creado por los propios mayores de la aldea ante el rechazo que los mismos muestran hacia los aspectos de deshumanización y violencia, de avaricia desmedida derivados del mal uso de los avances científicos y  tecnológicos del siglo XX; razón que les impulsa a crear un nuevo mundo particular, privado, basado en la tradición y las costumbres, en los valores morales, un mundo sin corrupción ni abusos, igualitario, en el que la codicia no tenga cabida.

Encontramos así a un conjunto de individuos, los jóvenes del pueblo, cuyo conocimiento está controlado. Este grupo desconoce la auténtica realidad, ya que únicamente conoce la verdad (ficticia) creada por el reducido grupo de mayores, un conocimiento personal que ellos consideran correcto y pretenden imponer como verdad colectiva.

 Creemos distinguir dos factores que participan simultáneamente del engaño, la educación y la política.

Los mayores se apoyan en la educación como instrumento para evitar que los jóvenes abandonen el mundo utópico de carácter neoconservador que ellos mismos han creado. La educación que reciben los jóvenes en la escuela del pueblo inculca en ellos ciertas normas, creencias y prejuicios, que nosotros sabemos falsos, que les muestran una única realidad, una única verdad.

El segundo factor, el de carácter político, también lo consideramos relevante. El sistema político que rige la aldea establece una jerarquía que atribuye poderes a un determinado y reducido grupo, el de los mayores. Este poder, que los mismos mayores se adjudican, es el que les permite ejercer el control sobre el resto de la comunidad. En la aldea cada movimiento debe ser comunicado al consejo, el cual posee la capacidad de juzgar si el mismo es bueno o malo.

Los mayores pretenden crear una sociedad regida por determinados valores morales que ellos califican como correctos, adecuados para crear una sociedad supuestamente perfecta, una sociedad homogénea con unicidad de pensamiento; y es esta unicidad la que suprime automáticamente la misma libertad. Se crea de esa forma un mundo ficticio donde las personas habitan en perpetua esclavitud, pero sin ser conscientes de ello; esto es, viven una falsa realidad impuesta por sus dominadores sin que puedan llegar a darse cuenta de la situación a la que están sometidos.

Encontramos en The Village una dura crítica hacia la imposición de valores por parte de un grupo dominante que somete a otros a la ignorancia para garantizar su control. Hablamos del que muchos llaman “fenómenos de los medios”, según el cual nuestra sociedad se encuentra parcialmente controlada por los medios de comunicación; por aquello que nos transmiten, por aquello que nos ocultan.

A pesar de que, en el caso de la película, los mayores parecen estar guiados según un sentimiento protector y paternalista, ¿justifica ese sentimiento la supresión de libertad? En nuestra opinión, los mayores, a pesar de sus intenciones, no tienen la potestad de privar de libertad al resto de la comunidad, no creemos justo que inhiban al resto de su poder de elección. La libertad es un derecho común a todos los seres humanos y su supresión supone una deshumanización y, por consiguiente, una mecanización.

El conocimiento de la verdad, la transmisión veraz entre los individuos nos permite adoptar actitudes de responsabilidad consciente, asumiendo los retos y dificultades que van surgiendo, pero sin vivir agazapados bajo sueños o ficciones que nos remiten a una niñez perpetua, a una vida tutelada y, por tanto, incompleta.


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