jueves, 1 de diciembre de 2011

Poder escapar a través de las palabras: La Ladrona de Libros


¿Qué hace falta para contar una historia sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial sin que el contenido quede reducido a un tópico? un buen narrador que la cuente. Éste es el caso de La Ladrona de Libros, relato en el que la Muerte cuenta, con un cinismo digno de admirar, la propia historia de su vida: llevar personas de un lado del abismo al otro. En este libro la narradora cuenta la vida de Liesel Meminger, una niña casi analfabeta que vive con una familia de acogida en un pueblo cercano a Munich y que, sin embargo, se enamora de la lectura gracias a su padre adoptivo y a Max, un judío que su familia de acogida tiene escondido en su sótano.

Me parece un libro interesante de analizar por tres aspectos. El primero de ellos, por la reflexión que el autor nos provoca haciendo de la Muerte la narradora de su historia. Es, ciertamente, un personaje que intimida de manera especial y, sin embargo, dota a la historia de un humor negro que hace su presencia más cercana al lector. Aunque no lo parezca, no es muy diferente a nosotros: la Muerte resulta ser una “narradora compasiva”, que sin colocarse por parte de ningún bando se pregunta cuestiones como si aquéllos niños realmente merecían morir bajo esos escombros o, por otro lado, cuántos alemanes persiguieron a otros de los suyos "de forma activa, ebrios de la mirada penetrante de Hitler, repitiendo sus frases, sus párrafos, su obra".

Otro aspecto ciertamente interesante es el tema tópico sobre el que gira la historia. El autor pretende no sólo criticar el régimen de Hitler que todos conocemos, sino también relatar cómo era la vida en aquella calle, Himmeltrasse, habitada por gente obrera y menesterosa, que desmontaba la teoría nacional-socialista del bienestar general. Zusak quería, sobre todo, hablar sobre "ese pequeño porcentaje" de alemanes que decidió no seguir lo establecido y confiar en sus convicciones. La historia está, en realidad, formada toda ella por personajes con este perfil: gente que decide esconder un judío bajo su techo, idolatrar un corredor olímpico aunque éste fuera de raza negra, enamorarse de las palabras aunque ello implique robar algún libro, o incluso negarse a colaborar con el partido nazi. Ese inconformismo que muchas veces lleva al ser humano a cometer ciertas locuras y, por encima de todo, esas ganas de superación, de evitar que la realidad nos envuelva y no nos deje avanzar.

Por último, las palabras. En el fondo es éste el tema alrededor del que gira el relato: ese afán de Liesel por las palabras, con las que va creando un mundo paralelo al horror que vive fuera de su pequeño sótano. Palabras que consiguen la evasión de un mundo hostil a otro mejor... pero también esas palabras que aparecen en los discursos del Führer y con las que manipula las mentes de los alemanes. Es realmente interesante la reflexión que Zusak consigue en nosotros acerca de la importancia de las palabras, de su capacidad de movilizar a la masa o, por otro lado, de mover a un individuo para creer en lo que piensa y en lo que hace.

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