Así es como entienden algunos
críticos este film de Michel Hazanavicius, director francés que decidió
aventurarse a volver al cine mudo, al blanco y negro, a esas historias que
apenas necesitaban de algún que otro intertítulo para dar a entender un relato
sencillo, optimista y de final feliz.
La historia relata la caída del
que fuera la mayor estrella del cine mudo de Hollywood a causa de la llegada
del cine hablado, en paralelo a la ascensión a la fama de una bailarina que con
su encanto cautiva a un público con ganas de, literalmente, “oírle” hablar. Sin
embargo, The Artist no se queda en una vuelta al cine clásico: es una
imitación, con plena consciencia de que el espectador es una persona del siglo
XXI. Consigue, a través de pequeños detalles, que la película pase de ser una
clonación de un film de los años 20 a un relato original y totalmente
contemporáneo.
Proyectada en 4/3, la película
comienza con los créditos en un tipo de letra de entonces, fotografía en blanco
y negro y una banda sonora reminiscente de aquellas películas no sólo por el
estilo de canciones (algunas de ellas de films preexistentes) sino por la forma
en que se han compuesto. Que se deje sonar la canción hasta el final para dar
comienzo a la siguiente o que las escenas más cargadas de emoción se enfaticen
con subidas de intensidad mucho más evidentes que en acordes de películas
actuales son ejemplos de pequeños detalles que llevan al espectador a la época
de la película. Sin embargo, vemos que está siempre presente la consciencia del
director de que la película es del siglo XXI con el uso de silencios
repentinos, gestos en los personajes o detalles totalmente contemporáneos. Hazanavicius
entreteje los diferentes detalles para dar a entender que ambos tipos de cine
no son incompatibles sino todo lo contrario.
Esa idea nos lleva a su vez a la
historia que se relata: el desmarque por parte del protagonista con todo lo que
tenga que ver con la innovación del cine hablado y, por otro lado, aquéllos que
apostaban por un cambio radical en el mundo del cine. En los años 20, época de
esplendor del cine mudo, el cine contaba con una serie de cánones cuya
transgresión sólo llevaba al rechazo por parte de la sociedad. Y es que con
esta diferenciación Hazanavicius toca un tema presente en todas las
manifestaciones del arte y de la vida en general: el miedo al cambio. Ésta bien
podría ser la posición del protagonista, quien se niega rotundamente a aceptar
que las películas habladas vayan a tener éxito. El resultado de su postura es
la ceguera: no es capaz de prever que su carrera se vendrá abajo a causa de su
terquedad. Todo acto de innovación supone un riesgo, una transgresión de la
norma, de aquello que se había establecido como clásico. La voz en la
cinematografía supone una innovación como pudo ser la aparición de la
fotografía, las vanguardias, la televisión o Internet. El cine desde aquel
momento dejó de ser un conjunto de imágenes, pasó a contar historias complejas
y pudo mezclar dos artes que hasta entonces no habían podido fusionarse. El
director es plenamente consciente de que la importancia de su película no reside
en la reinterpretación de una película muda sino en su idea de que el cine es
algo tan atemporal como cualquier otro arte.
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