domingo, 27 de noviembre de 2011

V DE VENDETTA Y LA NECESIDAD DE UN CAMBIO POLÍTICO

La película que recibe este nombre fue producida en el 2006 y basada en la novela gráfica formada por una serie de diez cómics escritos por Alan Moore e ilustrados en su mayor parte por David Lloyd, quien también llevó a cabo las tareas de apoyo en el concepto y el guión de la película de la que se está tratando. Es necesario recalcar que el objeto de este escrito se centra en el filme y no en la versión original, puesto que la primera no es exactamente fiel a la segunda.

La historia tiene lugar una Gran Bretaña totalitaria, dirigida por un tirano, en un futuro no muy lejano. Una tarde, tras el toque de queda nocturno, una joven de nombre Evey es rescatada en plena calle por un misterioso enmascarado cuyo nombre es V. El intrigante personaje aprovecha para mostrar a Evey sus planes futuros para intentar enmendar la situación de falta de libertad. A partir de ese momento, la aparición y las acciones de V irán encaminadas a despertar una revolución en todo el país contra el gobierno fascista.

Si uno presta un poco de atención se dará cuenta de que V, el personaje principal, tiene una marcada inclinación anarquista aunque esto no se exprese de manera explícita en ningún momento de la película. La situación personal de este hombre, a quien habían utilizado como a muchísimas otras personas como conejillo de indias para unos experimentos secretos organizados por el estado, fue la que le hace revelarse ante el sistema político de su país, lo cual resulta bien lógico. Incluso podemos llegar a admitir cierta parte de la venganza que sentía hacia los que le habían hecho tanto daño. No obstante, se debería reflexionar un poco sobre el modo que tiene este hombre de querer solucionar el problema. Siempre se ha dicho que el fin no justifica los medios, y si realmente queremos que un sistema político funcione de manera coherente, pacífica y democrática, deberíamos atender a esta máxima. Este es el gran error del protagonista, al que parece ser que se aprueba como un héroe. Un héroe que utiliza la violencia para poner fin a un régimen fascista. Esto resulta un tanto desconcertante y contradictorio. Sin embargo, en la historia se han dado casos semejantes. En mayo de este mismo año, en cincuenta y ocho ciudades españolas, numerosos grupos de personas salieron a la calle pidiendo cambios profundos en el sistema democrático y económico. Como suele pasar, el tema degeneró y todo el que no tenía nada mejor que hacer se unía al mogollón pidiendo en el mejor de los casos lo que nunca se habían preocupado por buscar, otros ni siquiera sabían por qué se quejaban, de tal modo que las plazas españolas más significativas de cada provincia quedaron permanentemente ocupadas hasta por lo menos dos meses más tarde por personas, que parecía que estaban en una concentración de botellón más que en lo que en un principio se suponía que era una protesta para expresar una disconformidad con el sistema político. Este tema viene a colación no sólo por el hecho de que los manifestantes mostraban ciertas semejanzas a la incomodidad que V sentía hacia los métodos de gobierno que se daban en su estado, sino porque precisamente muchos de estos componentes de la marcha española hicieron uso de la máscara que configuraba el aspecto físico del personaje principal. ¿Eran conscientes de lo que esto significaba, o ni siquiera se habían parado a reflexionar sobre qué representaba ese símbolo?

Es necesario documentarse y conocer el sentido de lo que hacemos, defendemos y manifestamos, de lo contrario, generaremos una sociedad que no sabe a dónde va, a la que no le gusta lo que tiene, pero que tampoco hace el esfuerzo de proponer soluciones. Y lo más importante al margen de cualquier clase de política o inclinaciones religiosas, debería ser actuar de manera consecuente respecto a los derechos humanos, que reniegan de manera integral la violencia entre seres humanos sea por la causa que sea.



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